La hora pactada había llegado, la sed de sangre del Demonio iba a ser saciada, quizás no con sangre enemiga ¿o tal vez si?
Soldados adiestrados para la guerra se presentaron, como también aficionados que poco de conocían del combate pero querían ayudar a forjar el destino de Argentum, pues ya nadie se quedaría afuera, solo un bando ganaría y muchos morirían.
El miedo se había disipado de sus miradas, pues sabían que la tierra el fuego ardería otra vez, y la muerte solo sería un paso a la inmortalidad del alma. ¡Ese día la tierra temblaría por la magnitud de la batalla!
Ya comenzaban a notarse los movimientos de los Ejércitos, oyéndose cada vez más el golpeteo de los escudos y sus armas. Concentrados y ansiosos todos esperando en sus campamento el momento adecuado para comenzar la Guerra Final.
Cuatro eran los ejércitos postrados en direcciones opuestas entre sí. Un frustrado intento de invocar las Criaturas Objeto obtenidas por el Ejército Real había creado un vórtice en el medio del campo de batalla.
Sin esperar más, Bagronk gritó a los cuatro vientos desaforadamente con su voz ronca y raspada: -¡Esta noche solo uno sobrevira Tancredo de Hauteville, y todos sabemos que lo seré yo! Tu corazón débil te condenará Magistrado.
La batalla comenzó bajo la orden de cada uno de los líderes. Tancredo de Hauteville coordinando a su Ejército Real; Bagronk haciendo lo suyo con los súbditos legionarios; Athonidas guiando a los neutrales ciudadanos a quienes el Reino también protege y Khantas, el líder del bando criminal.
De manera prematura escalofriantes gritos se esparcieron por los horizontes anunciando lo que luego sería un devastadador campo ensangrentado: las muertes comenzaban a sumarse. Cuerpos descuartizados por todas partes, en su mayoría de soldados reales y ciudadanos imprimieron los primeros momentos de la épica batalla.
Los criminales neutros, en una suerte de alianza tácita con los legionarios, lograron obtener el dominio del centro del campo de batalla y allí se postraron manteniendo su posición. El control total lo conservaron durante mucho tiempo, evitando emboscadas y estrategias de los ciudadanos junto a los soldados reales. Varios intentos fueron realizados, algunos en vano y otros no. Bajo la dirección de sus líderes, un séquito de soldados reales intentó penetrar la defensiva por el flanco derecho pero la diferencia de número y la buena organización de los criminales y legionarios impidió que se acercaran al vórtice.
Luego de varios intentos, el Ejército Real logró algo determinante. Tancredo haciendo uso de su habilidad como bueno orador, puso en confusión a Bagronk quien inmediatamente comenzó a desconfiar de Khantas, quien liderara a sus aliados criminales. Rota las cadenas de la alianza entre Criminales y Legionarios, una masacre entre ellos comenzó y la hegemonía ya no fue tan clara para uno de los cuatro bandos. De allí en adelante, los soldados reales la obtuvieron, y los legionarios la retomaron, pero en todo momento, la presencia y buena organización de los criminales neutrales (que en viejas batallas no ocurría) hacia retronar entre todos que eran éstos los dueños de la victoria.
Mientras tanto en los campamentos se podían ver infiltrados que querían sabotear al bando enemigo. Algunos lograban con éxito su cometido, otros morían en el intento, pero su misión se cumplía: interrumpir las contraofensivas.
En una de las ofensivas reales que resultó satisfactoria, el Magistrado Tancredo entró al círculo de sangre en cuyo centro se encontraba el vórtice. ¡Que error! Cayó así en una trampa preparada por Bagronk el líder legionario. El sanguinario, con una sonrisa enfermiza en su rostro le contó su sádico y tenebroso plan: ninguno podría salir del lugar marcado de sangre de inocentes hasta que no venza al otro.
Fue así como un duro y esperado duelo comenzó mientras la batalla continuaba a su alrededor. Bagronk utilizando el Arco Mallorn, cuyos poderes habría aprendido a invocar, esgrimió todo tipo de ataque contra Tancredo, quien con gran habilidad logró sortearlos uno a uno. Mientras, este blandía la Espada de los Cielos más no surtía mayor efecto que cualquier otra espada común.
Largo fue el duelo hasta que Tancredo de Hauteville, exhausto por la atemorizante batalla reunió sus últimas fuerzas, levantó la Espada de los Cielos y con suma fortaleza la blandió hacia Bagronk.
Al mismo tiempo, Bagronk estiró la liana de su arco, lo arqueó hasta su punto máximo y una feroz flecha salió expedida a toda velocidad hacia Tancredo.
Los dos grandes poderes sagrados se hicieron presentes, emergiendo de sus respectivas armas guardianas.
La punta de la flecha empezaba a reflejarse en una de las caras de la Espada de los Cielos cuando un extraño y deslumbrante brillo comenzó a surgir.
Tan potente se convirtió este resplandor que todos los que allí se encontraban luchando y todos los seres en el resto del mundo se vieron aturdidos y debieron cerrar los ojos cuando.
Nadie recuerda que ocurrió luego, sólo remarcan quienes sobrevivieron que las llanuras quedaron devastadas. Centenares de cuerpos destruidos y vestimentas de todo tipo quedaron esparcidos por todo el campo cubiertos de maloliente sangre.
Nada se sabe del destino de Tancredo de Hauteville ni del de Bagronk, sólo que junto al vórtice, una oscura mancha de sangre abrazaba un caído Arco Mallorn, oculto entre los restos de soldados que cayeron en batalla.
Esta batalla cambió definitivamente el curso de la historia de la Era. La victoria definitivamente fue del bando criminal y ello sumado al destello producido por el choque de poderes, generó una rotura en el vórtice, dando vida a ciertos objetos que por su naturaleza, no la tienen.
El Libro Sagrado, luego de ser descubierto y sus poderes invocados, generó en el mundo grandes trastornos. Cambiando el orden de las mareas, provocando terribles terremotos y haciendo que la Tierra se manifieste de su peor manera, produjo una nueva imagen en el mundo que todos conocen.
Las Reliquias Ancestrales, al menos las descubiertas por ahora, han provocado el comienzo de un nuevo paradigma entre el bien y el mal. La Espada de los Cielos, forjada en las profundidades de las Montañas Ungrid Ankôr, está en poder del Ejército Real. Mientras que el Arco Mallorn, tallado con las más puras maderas élficas y luego conjurado un maleficio sobre él para ser empuñado por demoníacas manos, está en manos de la Legión Oscura. ¿Serán determinantes en las futuras batallas entre el bien y el mal?
El mundo nuevamente ha quedado destruido, asombrosos cambios se han producido por la fuerza descomunal del Libro Sagrado y una incertidumbre por el destino de los habitantes reina entre todos. Sólo resta ahora comenzar nuevamente a reconstruir dando comienzo a una nueva Era.